Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.
 Génesis 21:17-18


¿Qué sentirías si escucharas la voz de Jesús diciéndote desde el cielo: "¿qué tienes?".
Serían muchas las respuestas que le podríamos dar a Jesús de nuestras circunstancias. Variadas, unas grandes otras más pequeñas, unas con carácter de urgencia, otras menos urgentes, pero muy significativas para cada una. 

En este cuadro de las Escrituras vemos como Agar, como madre , se encontraba devastada. Andaba sola con su hijo Ismael por el desierto, ya no tenía agua y estaba destruida porque no podía hacer nada. No quería presenciar el momento en que su hijo muriera. Por esto dice la Palabra que lo echó debajo de un arbusto y se retiró de donde lo dejó. (Génesis 21:15)

Muchas veces así nos sucede a nosotras, es como si quisiéramos cubrir nuestros ojos para no ver la realidad. Como si la realidad estuviera en el norte y tú te fueras al sur.  Podría ser el ejemplo: con nuestros hijos, con nuestra familia o con las circunstancias que vivimos. Desearíamos irnos lejos para no vivirlo, para no verlo. Bien dice el refrán popular: "ojos que no ven corazón que no siente".

En medio del dolor de ella y su hijo, Dios escuchó su lamento, escuchó su voz. El mismo ángel de Jehová la llama desde el cielo y le dice: "¿Qué tienes Agar?". ¡Qué poderoso que Jesús la escuchara!

Agar, la primera mujer en la Biblia que tiene un encuentro con el ángel de Jehová. A pesar del dolor que le acontecía, ¡qué honor escuchar su voz!

Hoy, en medio de tu dolor amiga, Dios te pregunta: 
 "¿qué tienes?"

Ten la certeza que en medio de la necesidad y del sufrimiento que puedas estar atravesando, Dios te escucha desde los cielos. Levanta tu voz como hija amada y permite que tu petición llegue hasta donde el Único que puede socorrerte. 

Más adelante, nos indica la Palabra que Dios abrió los ojos de Agar y pudo ver una fuente de agua para darle a su hijo. En medio de cada desierto que vivimos, oro al Padre para que pueda en su amor y bondad, abrir nuestros ojos. Para que podamos ver fuentes de aguas para nuestra bendición, fuentes de aguas que se abran para nuestro socorro.
Cuando Dios abre nuestros ojos, toda la realidad cambia. 

No te canses de levantar tu voz en medio del dolor que puedas tener, ya sea por tus vivencias o las de los seres que amas con todas tus fuerzas. En los cielos está Jesús escuchando tu oración. Cuando tú decides no mirar y cubrir tus ojos, hay Alguien que está atento desde su trono.

¡Abre nuestros ojos Jesús!

Dios te bendiga.

Con amor,

Xiomy M.

  







Comments